Por Elina Escobares
A días de cumplir dos años desde que el Presidente de la Nación Alberto Fernández decretó el AISLAMIENTO SOCIAL, PREVENTIVO Y OBLIGATORIO (decreto 297), hago un repaso por la situación en Malvinas.
Sucedió el 19 de marzo del 2020 y fue un hito que marcó nuestras vidas para siempre. Podría hablar de cualquier aspecto: social, individual, colectivo; nos atravesó en todas las esferas de la vida.
Pero decidí enfocarme en la situación de vecinos y comerciantes de la ciudad de Malvinas Argentinas, específicamente en su opinión respecto a la a la pandemia, la pobreza, la inseguridad y la actividad económica. Para esto salí a conversar con algunos de ellos, especialmente primera y segunda sección de la avenida San Martín.
La pandemia tuvo un gran impacto, como todos ya sabemos, fue un quiebre en la actividad social que afectó a la población en su totalidad, provocando la pérdida de trabajo, de educación, y en gran medida, el temor a la enfermedad y a la muerte.

El cierre de las actividades comerciales consideradas no escenciales desencadenó una cantidad de hechos que hasta en la actualidad podemos ver sus consecuencias en las calles de la ciudad. Muchos comerciantes me contaron que con todo el esfuerzo que amerita abrir un local, tuvieron que cerrar a los pocos meses de la inauguración. Preocupados por la enfermedad y con todos los protocolos se tuvieron que ingeniar para llevar el pan a sus casas, la salida laboral no fue para todos igual, ya que para la mayoría su trabajo no estaba en la lista de escenciales de la Nación, la Provincia y los municipios, esto sin importar ni considerar que tan prescindible era el sustento económico de cada familia.
Es así como surgieron muchos negocios pequeños de alimentos, como almacenes, dietéticas, verdulerías, carnicerías, etc. como una manera de enfrentar la crisis y rebuscarse la supervivencia diaria. Este aumento de negocios alimenticios también tuvo su parte negativa, ya que disminuyó aún más las ventas y aumentó la competencia en el sector, provocando el cierre de antiguos negocios que se vieron totalmente afectados. Otros rubros como indumentaria, juguetería, loterías, librerías, rotiserías, etc. implementaron el take away, el delivery y la venta por redes sociales (Instagram, Whatsapp y Facebook) acordando encuentros clandestinos entre el vendedor y comprador donde se concretaban las transacciones.

No fue tan malo para todos. Las farmacias alcanzaron el boom, el punto más alto de ventas, la vedette de la pandemia que comenzó con las vitaminas para reforzar el sistema inmunológico, el barbijo y el alcohol en gel; luego ya con la enfermedad de COVID19, las familias compraban medicamentos en cantidad, para todos a través de su venta por whatsapp, y el delivery incrementado como una nueva novedad. Este comercio considerado imprescindible fue en un tiempo como ir al shopping para muchas personas cansadas del encierro y de la soledad, con la necesidad de mover las piernas y conversar con alguien.
En la actualidad solo nos quedan las consecuencias de esta tragedia y de a poco volvemos a esa normalidad que nos fue arrebatada durante tantos meses. Hoy, los negocios no venden ni el 50% de lo que vendían antes de la pandemia, los precios son inestables y cada vez es mayor el número de personas que preguntan los precios para decidir que priorizar a la hora de comprar.

El desempleo aumentó la inseguridad, sin ninguna barrera que controle esta problemática; los comerciantes se tranquilizan incorporando cámaras y alarmas en sus negocios, alcanzando esa promesa de “seguridad” que calma su conciencia y la de sus empleados.
Esos negocios que cerraron al principio hoy vuelven a abrir sus puertas buscando una segunda oportunidad, pero la situación del país no les da tregua y es muy difícil mantenerse activos. La situación de Malvinas Argentinas se sustenta por el compromiso de su gente, que apoya y apuesta por los emprendedores y comerciantes que engrandecen el movimiento en su avenida buscando y ofreciendo productos al alcance de todos y todas. Hoy tras un nuevo rebrote de casos, cruzamos los dedos para que esta situación no vuelva a ocurrir, provocando empezar de cero.